La Luna Ío de Júpiter En este programa en vivo de “Obsesión por el Cielo” platicamos un poco sobre las características que distinguen a la luna Ío del planeta Júpiter. Las lunas de Júpiter fueron descubiertas en 1610 por Galileo Galilei y Simon Marius y fueron de utilidad, entre otras cosas, para probar el Sistema Copernicano y para determinar la velocidad de la luz. No fue hasta finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX que los telescopios terrestres tuvieron suficiente calidad como para reconocer ligeras variaciones en las superficies de estas lunar. Pero se requirieron naves espaciales para poderlas estudiar a detalle y descubrir sus secretos. Ío en particular tiene la particularidad de ser la luna más seca y más densa de todas las lunas del Sistema Solar. Su característica principal es que es un mundo extremadamente volcánico. Durante los sobrevuelos de las naves Viajero 1 y 2 en 1979 se descubrieron volcanes activos que constantemente están en erupción. Visitas posteriores por naves como Galileo y Cassini han mostrado que la superficie cambia de coloración constantemente por la acción de estos volcanes. Esta también es la causa de que en Ío no se puedan encontrar cráteres de impacto. El calentamiento interno de la luna que eventualmente escapa manifestándose como actividad volcánica es producido por fuertes fuerzas de marea gravitacional producidas por Júpiter que afectan a la luna. Estas a su vez son determinadas por la excentricidad orbital forzada por las resonancias gravitacionales que Ío comparte con Europa y Ganimedes. La actividad volcánica a su vez produce una tenue atmósfera sobre Ío y mucho de este material es barrido por el campo magnético de Júpiter para formar tubos de flujo hacia el planeta y un anillo de partículas (torus) en la órbita de la luna. Tenemos también, como es costumbre, nuestras secciones informativas.
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