El P. Christopher Hartley, utilizando el pasaje del Evangelio que expone que al final de los tiempos los ángeles separarán a malos y buenos, los malos irán al infierno y los buenos al cielo, explica que el destino del hombre es eterno, y que nadie tiene derecho a decir lo contrario, es decir, a afirmar que todo el mundo se va al cielo. Ni por miedo, ni por comodidad, ni por ninguna otra razón, los sacerdotes, especialmente, pueden callarse esta verdad.
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