Universidad Abierta de Recoleta
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Somos pueblo
Todos los días camino al trabajo, la pandemia no ha cambiado eso. Bueno, no me sorprende en verdad, por qué debería en un país que tiene sus prioridades bien claras. Nos dicen que nos rasquemos con nuestras propias uñas, y ya ni me quedan poh con todas las deudas que arrastro del súper, de los remedios de mi mamá, de mi universidad, etcétera, etcétera, etcétera.
Por suerte encontré una pega de cajero. Hay que comer, ¿no? Mientras las ollas comunes se multiplican y la caridad neoliberal, obviamente, no está ayudando. Basta recordar ese patético show de Don Francisco.
Camino fuera del GAM y escucho con claridad los cantos y gritos de todas y todos los que salíamos en esa catarsis colectiva, cuando sus paredes estaban llenas de lienzos, murales y cuanta cosa que se nos ocurría. La otra vez leí que lo que experimentamos fue un momento constituyente, develando el espejismo que el orate mayor llamaba oasis.
Ahora en ese edificio solo hay una pared blanca, que de a poco se vuelve a llenar a medida que nos acercamos al aniversario. Todos los días veo a la misma chica pegando un nuevo sticker en ese lienzo, retazos del clamor popular que lentamente se va articulando, otra vez, una y mil veces. La censura burda no puede con la memoria, por muy frágil que sea.
Que lata no poder quedarme y pegar junto a ella, pero no puedo llegar tarde otra vez, ya estoy condicional por esa vez que tuve que llevar a mi mamá al hospital. Obvio no me creyeron. Más encima ya me gasté todo el seguro de cesantía ¿Y para qué? Si al final igual me despidieron.
Veo que a la compañera se le cae un sticker y se vuela. Cae a mis pies y lo recojo. Hay mensajes que uno no puede ignorar. Que me esperen 3 minutos, qué tanto. Le pregunto si lo puedo hacer yo. Ella me sonríe. Yo también. Vuelvo a dejar mi huella, espero que sea la primera y no la última.
Quedan días para el famoso plebiscito, y lo único que pienso cuando veo ese muro que se vuelve a colorear, es que la hoja en blanco es una oportunidad para reescribir nuestra historia. Como le leí a Omar Saveedra Santis, votamos para ejercer nuestro derecho a la esperanza por un futuro más humano y solidario. Allí mismo cita a Victor Hugo, el autor de Los Miserables, cuando habló ante la Asamblea Constituyente el 10 de noviembre de 1848 en París. “Quiero ardiente y apasionadamente el pan del obrero, el pan del trabajador, que es un hermano, quiero, además del pan de la vida, el pan del pensamiento, que es también el pan de la vida. Quiero multiplicar el pan del espíritu como el pan del cuerpo".
Ese pequeño sticker fue el pan de mi espíritu que vuelve a tener hambre por un Chile mejor.
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