Universidad Abierta de Recoleta
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Yo siempre le decía a la Teresa, “no crea nada oiga si están puro exagerando, puro tongo”. No me dejaba ni darle un abracito. Pero resulta que era bien verdadera la cosa, y la sufrí, pucha que la vi fea, si hasta con respirador y todo en el hospital.
Recuerdo que estaba boca abajo, y cuando respiraba sentía como vidrio molido en el pecho. De fondo se escucha la máquina esa, la de las películas. No sé si habrá sido la fiebre, pero en un punto ya no escuchaba los pitos... en cambio, eran olas, una tras otra… me acordaba de Laguna Verde cuando iba con la Tere, el Roberto y mis ratitas. Trataba de recordar lo último que les dije… creo que les prometí unos juguetes… Los echo de menos...
Me veía al final del túnel, pero me decía a mí mismo “teníh que volver, Juanito“. Si no fuera por los doctores y las enfermeras y todos los que me ayudaron… Porque, a mi edad, no la cuento dos veces. Sé que hay otros que no les fue igual… Al lado mío recuerdo que hubo una que no se la pudo… una abuela, una madre, una amiga… anda tú a saber… pero alguien sufrió por ella. Sé que a todos nos toca un día… Pero es bien injusto… Que seamos viejos no quiere decir que no queramos seguir viviendo… Si es rico vivir poh.
Por suerte me recuperé, y andaba todo chocho porque ahora no me voy a resfriar de nuevo. Pero el doctor fue bien claro. Todavía no es seguro eso de la inmunidad y me tengo que seguir cuidando. Hasta ahí no más me llegó lo contento.
Me pasó a buscar mi hija, resulta que al Roberto también le dio. Andaba contenta la Teresa de verme, se notaba que quería puro abrazarme pero le dije que no, que todavía no. Bicho maldito…
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