Universidad Abierta de Recoleta
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A la fecha de escritura de este podcast, 8.260.000 habitantes del Gran Santiago, en Chile, deben permanecer en cuarentena total. Esto, según el medio periodístico Pauta (2020), corresponde al 42,5% de la población chilena. Seguramente tomar esta decisión le ha costado mucho al presidente Sebastián Piñera y a su ministro de Salud, Jaime Mañalich, quienes desde el comienzo se resistían a implementarla.
Lamentablemente para esas y esos 8 millones, la decisión se tomó demasiado tarde... la pandemia en Santiago pareciera estar desatada y con su sistema de salud al borde de la saturación. La cuarentena, entonces, más que parte de un plan integral, pareciera ser una improvisación, ante el fracaso de su plan inicial. Vemos cómo la soberbia nubla el juicio, y quienes pagan son siempre las y los mismos.
El 18 de octubre de 2019 las consignas de mayor justicia social inundaron las calles de todo Chile, país que sufre una profunda desigualdad económica y social pese a tener uno de los PIB más altos de la región. Esta antesala a la pandemia se hace carne cuando las condiciones entre los sectores más acomodados de Santiago resaltan en contraste al Santiago más vulnerable, donde, a punta de ollas comunes y organización vecinal, se intenta enfrentar el hambre y el frío de esta cuarentena, con un Ingreso Familiar de Emergencia de $65.000 (80.36 dólares) por persona el primer mes, que irá decreciendo con el pasar de los meses.
A lo dicho, cómo no, se debe sumar la entrega de cajas de alimentos al 70 % del 40 % más vulnerable… o al 70 % del 100 % que está en cuarentena… o a quien le lleguen, porque nunca hubo claridad comunicacional entre el presidente y sus ministros al respecto. En total unas 2.5 millones de cajas, donde la última se planea entregar a fines de julio. Este indigno escenario tiene como corolario a una conocida chef en un matinal de televisión abierta dando recetas para hacer rendir los alimentos, aconsejando beber mucha agua para saciar el hambre en tiempos de sequía, donde aún hay lugares en Chile sin agua potable y que dependen de la entrega de este bien básico a través de camiones aljibes.
En cambio, las y los santiaguinos más privilegiados cuentan con grandes patios con áreas verdes, donde cada uno de sus hijos e hijas tiene una habitación amplia, abrigada y con espacio suficiente para poder jugar y realizar sus clases digitales sin mayores problemas técnicos. ¿Necesitan comida? Basta con pedirla a través de las múltiples aplicaciones como Cornershop. Otros optaron por escapar a sus segundas viviendas, pese al riesgo de diseminar el virus a otras regiones, muchas de ellas con infraestructura de salud precaria.
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