Universidad Abierta de Recoleta
Education
La noche antes del plebiscito me sentía ansioso. Si igual lo que haremos es histórico po, y la cosa lleva tensa un año así que... como buen compatriota… me pegué un buen mambo con los amigos. Virtual sí, no me enfermé todo el año y no quiero tentar mi mala cuea.
Uta que me reí. Echaba de menos igual cuando te agarrai la guata de la risa. Así entonces fue decantando el ánimo hasta esas conversaciones trasnochadas buscando salvar el mundo. Se puso igual media álgida la cosa, porque no todos aprueban po. Lo bueno es que no son posturas dogmáticas de barra brava, sino que cada uno daba buenos argumentos de por qué una u otra opción, y luego, cuando hablamos sobre los temas que deberían estar, nos quedamos hasta como las 6 de la mañana despiertos. Entenderán que la calidad de la discusión bajó bastante a esa altura.
Raja, como que repté a la cama y a mimir. Al toque, onda, cerré los ojos y me fui. Siempre que me acuesto borracho tengo sueños terrible cuáticos, a lo Lynch, y este no fue la excepción.
Recuerdo que me habían elegido como Constituyente, y las sesiones las hacíamos en la casa de cuando era niño, allá en el Cerro Bellavista con la mar de fondo. Eso sí, aunque la casa era chica, tenía unas dimensiones imposibles que iban cambiando, estirándose y achicándose, y no solo la casa, sino que también las cosas, como una silla mecedora que estaba retorcida sobre sí misma y tenía el porte de un elefante. Se había retorcido tanto que se parecía al mojón de cobre que está en la Avenida Argentina frente al Congreso.
La mesa de la once era gigantesca, y como era dueño de casa tenía que servirle oncecita a todas y todos. Su pan con palta al Atria, el tecito pal Longueira y el pan batido pa la Claudia Heiss.
Con los 155 ya comiendo, me dispuse a tomar un cafecito y les pregunté en qué íbamos. El Guru Guru era el encargado de las actas, y ahí confirmé que era un sueño. Que mala idea dejarlo en ese puesto, así que le pedí el acta y al inicio de la mesa, donde estaba sentado, se erige un púlpito. Me sitúo sobre la mesa, y empieza la discusión.
Grandes académicas y académicos del país abordaban con altura de miras las discusiones, argumentos iban y venían, y me empezó a dar pánico. Cómo yo, un pobre diablo, podía aportar algo siquiera. Pero sentí el peso de mi labor y quienes votaron para que estuviera allí, así que, en nombre de las y los pobres diablos como yo, les compartí mi experiencia de vida y lo que he visto en todos estos años, en mis padre, mis vecinas, los viejos de la cuadra, los cabros chicos del colegio que se cae a pedazos. A medida que exponía, iba cachando que muchos de los presentes se sorprendían por la realidad del país, y de cierta forma, esas torres de marfil en las que se paraba cada elite se iba desmoronando por el peso de la realidad.
Al final me desperté y con la mansa caña fui a votar al puerto. Luego de sufragar, caminé por sus calles recordando cuando era cabro chico, emocionado porque estaban llenos los centros de votación, las calles y las plazas. Todos hablaban, gente que no se conocía compartían sus puntos de vista. Que cosa más rica po. Al final, en la noche, dan la noticia. Gana el Apruebo y la Convención Constituyente. Celebrando con un tinto, tengo toda la fe de que las discusiones que se vienen van a derrumbar esas torres y se van a acortar, aunque sea un poco, las distancias entre todas y todos.
Create your
podcast in
minutes
It is Free