Universidad Abierta de Recoleta
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CUANDO ALGUIEN NOS HABLA, DEBEMOS MIRAR A LOS OJOS
En Chile existe el mal hábito de minimizar cualquier opinión o intento de discusión de las y los menores de edad sobre el devenir del país y lo que esperan para su futuro. Da la impresión de que las reflexiones que tienen sobre el mundo en el que viven son automáticamente inválidas por su condición etaria. ¿Qué se hace entonces? ¿Mejor que jueguen y hagan sus cosas en paz, sin contaminarse con la “política” y los adoctrinamientos de los adultos?
Pero resulta que tienen mucho que decir sobre el país en el que viven, y dentro de las muchas cosas que develó el estallido social del 18 de octubre, es que desean y exigen ser escuchados en el espacio público. Quizás sea hora de cumplir de una vez por todas el mandato de la Convención de los Derechos del Niño y escucharlos, pero de verdad.
En noviembre del 2019, la Facso, a través de su programa de Estudios Interdisciplinarios de la Infancia, realizó un cabildo orientado solo a niños, niñas y adolescentes desde los 4 hasta los 17 años. Según Camilo Morales, el psicólogo y coordinador de dicho estudio, el propósito fue “saber cómo ha sido para ellos la experiencia del conflicto social, cómo eso les afecta su vida cotidiana y qué les gustaría proponer para tener un país mejor” (Biblioteca del Congreso Nacional de Chile, 2019).
De esta forma, y a través de papelógrafos, post-it, lápices y juegos, los niños, niñas y adolescentes tuvieron el espacio para expresar sus emociones y reflexiones. En los diversos grupos se iban repitiendo las mismas palabras, tales como “respeto, escucharse, justicia, derechos y derechos humanos” (BCN, 2019). Si nos damos cuenta, no distan mucho de lo que los adultos dicen también.
Un estudio realizado por la Defensoría de la Niñez (DDN) sobre el efecto que tiene la crisis social en niños, niñas y adolescentes (2020), dilucida mejor algunas opiniones recogidas en este rango etario. Por ejemplo, dice una niña de 9 años que está “un poco enojada porque el semáforo, la banca y el basurero no les hicieron nada a los manifestantes”.
En otro caso, una adolescente de 16 años de Arica, está muy feliz porque la gente por fin está dando la cara y son “los mismos jóvenes los que se ponen de acuerdo”. También está el caso de un niño migrante de 11 años que opina que los Carabineros están muy mal, porque le pegan a la gente. Una adolescente de 13 años dice que “los carabineros están matando a una persona que está protestando” e incluso un niño de 8 años se siente enojado, triste y con miedo, ya que a su papá “le cayó una bomba lacrimógena en los pies”.
Nunca debemos olvidar que los niños, niñas y adolescentes se ven afectados por lo que sucede, y así como internalizan y reproducen la cultura, tienen un rol activo en la producción de significados (DDN, 2020).
Todas y todos tienen una perspectiva única, en un contexto único, que habla mucho de ellas y ellos, pero también de todas y todos nosotros. No por nada las y los estudiantes saltaron los torniquetes del metro por sus padres, madres, tías, tíos, vecinas, vecinos, profesores, profesoras y sus compañeros y compañeras. Desestimar eso sería una enorme falta de respeto.
Ellas y ellos quieren hablar, y es hora de escuchar mirando a la altura de sus ojos y a la altura de sus expectativas.
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