Universidad Abierta de Recoleta
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Vigencia de la interseccionalidad: una herida abierta
Podríamos decir, en algún sentido, que la vida es la suma de todas las rutinas que realizamos a diario. Ella se compone de todas las idas y vueltas por las rutas que forjan nuestros usos y costumbres. Cuando estas rutas se juntan, al igual que las avenidas de una ciudad, los testimonios, biografías, discriminaciones y anhelos (aunque sea durante un pequeño lapso) se reconocen en los rostros que han convergido en ese lugar. Este es el efecto que produce la interseccionalidad, un concepto que sirve como un lente para adentrarnos a las identidades múltiples que se entrecruzan, (Lisa Vogel 2018) y logran reconocerse entre sí.
Este concepto ha tenido un largo desarrollo, desde que lo acuñó a fines de los años 80, la abogada estadounidense Kimberlé Crenshaw, en una polémica con la afamada empresa General Motors, que discriminó laboralmente a mujeres no blancas, las cuales fueron despedidas por no poseer la antigüedad necesaria, ya que la empresa se resistía a contratar a mujeres afroamericanas, pues privilegiaba el contrato de hombres y mujeres blancas. Esto produjo que variables como la raza y el género adquirieran la misma importancia de otros conceptos, como “la clase”, que venía desarrollándose en pensamientos socialistas más tradicionales, lo cual influyó fuertemente en el cambio de políticas institucionales de varias empresas y el sector público, ampliando el abanico de derechos, e integrando otros conceptos como la etnia, religión, sexualidad, discapacidad física o mental, etc.
Sin embargo, el concepto actualmente se encuentra cuestionado por diversos grupos feministas y de diversidad de género. Es justamente esta diversidad, expresada a través de las políticas de identidad, la que ha dividido a sus otrora adherentes. La fuerza explicativa que gozaba este concepto como herramienta para combatir la injustica social, reside en la simultaneidad de todos los factores de discriminación, es decir que ninguno se entiende sin el otro, ni pesa más que el otro, pero ¿es efectivamente así?
Para autoras como Barbara Foley, es dificultoso no plantear una jerarquización respecto de las formas de discriminación, porque elude la pregunta de la estructura de clase. Si bien, la interseccionalidad permite una integración de diversas formas de opresión, no resuelve de forma acabada la dinámica de la explotación. Desde este punto de vista, opresión y explotación dejan de ser lo mismo. Mientras que la primera puede ser múltiple en cuanto a sus efectos, sus causas son más bien singulares. Raza y género, por dar un ejemplo. Estas formas no causan discriminación por si solas, sino más bien es cómo la sociedad moderna ha dividido el trabajo, moldeando las relaciones de género y raza (Foley, 2019).
No es casual que el auge de la interseccionalidad haya ocurrido a finales de los años 80. La derrota de la Unión Soviética, la flexibilidad laboral neoliberal y el aparente vicio de reducir todo a una cuestión de clase, produjo su retirada, dando paso a feminismos de carácter más liberal, de clases más a
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